martes, 21 de julio de 2009

Gracias por los libros!


Leer es para mí un placer irreemplazable. No me pregunten como empezé ni quien me incentivó, porque no sabría decírselos con exactitud, sólo se que mientras mi mamá leía poco y casi siempre recetas de cocina, mi viejo devoraba las revistas de caricaturas y historias gráficas como D'Artagnan y Nippur, etc. Mi hermana es también una gran lectora, pero mi hermano le huye a los libros jaja, Daniel acabo de derribar en pocas letras tú imagen de tipo serio y preparado! No quiero olvidarme de mi tío Ruben que fue quien me prestó biografías y libros históricos ... y también revistas Humor!

Quizás pueda encontrar en la pasión por los libros esa facilidad de para expresarme por escrito, para poner en negro sobre blanco lo que siento, cuando no es tan fácil de decirlo, así a viva voz y desnudando el alma. Recuerdo que cuando empecé a leer y escribir, allá por mi época de jardín de infantes y gracias a la Hermana María Laura, mi maestra, comenzé a devorar todo lo que caía en mis manos, con decirles que leía el libro de lecturas del colegio antes de terminar la primera semana! Ojo, no fui una alumna brillante y aplicada, me defendí, me costó, la peleé, más por vaga que por bruta ... aunque quizás, ahora que lo pienso no haya sido vagancia sino falta de motivación.
Así las cosas, muchos de mis amigos son grandes lectores y proveedores de material fresco, verdaderos dealers literarios. Y entonces en este post les agradezco por dos cosas: por ser mis proveedores y por ser mis amigos, además de permitirme discutir con ellos mis impresiones sobre el material leído.
Lourdes, por ejemplo, ha sido mi vínculo con los clásicos de la literatura allá en tiempos del secundario. Emilio me ha permitido indagar libremente en su biblioteca en busca de textos que despertaban mi curiosidad. Adrián, a quien le digo que "yo no me llevé de su casa El Reino del Dragón", me ha convencido de que la ciencia ficción no es tan absurda. Mirta, mi hermana, me ha compartido autores de novelas variados e interesantes, pero también se ha surtido en mi biblioteca.
Graciela me ha permitido conocer a Marcela Serrano y por ello le estaré eternamente agradecida, mientras que a Lucila le agradeceré siempre haberme presentado a Gioconda Belli y algunas mujeres literatas latinoamericanas. Florencia me permitió el reencuentro con Jorge Amado, a quien comenzé a amar en portugués, para ser devota seguidora suya en español y Fernando ha hecho una campaña en pos de hacerme leer los más variados textos y discutir sobre ellos.

Todos y cada uno de ellos con sus aportes me han hecho más informada, preparada, con la cabeza un poco más abierta y, por supuesto, han acrecentado mi curiosidad.

Cómo no voy a estar agradecida de estos amigos? Cómo no voy a dedicarles este post?

Y ahora a uds. mis queridos lectores, los invito a leer el post que sigue, llamado Servicio de asistencia al lector y pensar, ¿cuál va a ser el próximo libro que voy a leer?

Servicio de asistencia al lector

Por Leonardo Moledo
Página/12

Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para adelantarse a los acontecimientos....

Gabriel García Márquez,Cien años de soledad

Si bien el personaje de Cien años de soledad empezó a saltar páginas de los manuscritos de Melquíades porque intuía el final de Macondo en el viento tibio de la nada y quería llegar al final antes de que desapareciera, no es agradable verse obligado a saltear páginas de una novela a la fuerza, por el simple hecho de que en la edición pirata que uno consiguió sencillamente faltan, y es por eso que cuando vi que a La caza del carnero salvaje, de Haruki Murakami, que me había regalado mi amigo Guillermo Mastroleo, le faltaban 23 en el momento más álgido, cuando todo está por resolverse, o mejor dicho no resolverse definitivamente al estilo de Murakami, salté de la cama con un grito ahogado y miré el reloj: las tres de la madrugada: esa hora insidiosa y retórica que raras veces existe. No era el momento de buscar una librería de urgencia (¿por qué no existen librerías de turno, como las farmacias, para estos casos?); lo cierto es que en la ciudad real, la que apenas existe, si es que existe, no iba a encontrar auxilio ni consuelo, y así fue como solo de toda soledad, a las tres de la mañana y frente a lo único real, Internet, busqué infructuosamente el libro en ese espacio real y contundente, que es el único amigo cálido que palpita a través de los cables o el wifi: ¿qué es lo que existe a las tres de la mañana, en la noche oscura del alma, salvo Internet?

Pero nada. Apareció, eso sí, una versión en japonés que de poca utilidad me resultaba y sólo profundizó el abismo que se abría a mis pies, hasta que vi, en una esquina de la pantalla, titilar el Número de Asistencia al lector.

Me precipité sobre el teléfono:

Serser vicio dde asistencia al lelector contestó una voz jovial. Soy Marco.... ¿en qqué podría ayudarlo?

Una inmensa felicidad descendió sobre mí.

Murakami balbuceé La caza del carnero salvaje, página tal y cual...

Un momento me dijo. Se oyeron varios eficientes clicksUUsted veverá; se... se tratrata de un estudiante de San Petersburgo qqué asesisina a uuna vieja usurera para rorobarle y a su tía....
No era la tía dije con superioridad, pero eso no es Murakami, es Crimen y castigo... que no es precisamente mi problema. Murakami.

Lo.... lo siento dijo Marco aa ver esto: un noble escocés asesina al rey para oo cupar el trono.

¡No! –aullé, aunque por lo visto progresábamos, ya que llegábamos a la “m”.

¿Sabe qué pasa? me dijo Marco recuperando el habla, yo soy sólo un pasante y además está por terminar mi tturno. Además, estudio veterinaria y esto de los libros no se me da muy bien. A ver... Un marino que se llama Edmundo Dantés...

¡No! ¡No! ¡Es el conde de Montecristo!

Lo tengo anotado como La guerra y la paz, de un tal Stoi. ¿Como me dijo que se llamaba el libro?

La caza del carnero salvaje.

No lo encuentro... –yo soy sólo un pobre estudiante de veterinaria que mató a una vieja usurera...

Con más razón le dije–. Un estudiante de veterinaria se tiene que entender con los carneros, aunque sean salvajes... A ver... probá con “El ataque al mundo salvaje de un carnero”. “El carnero que se volvió salvaje.” “El salvaje que se volvió carnero.”

Aquí hay algo me dijo: “La cabra domesticada, etiología de su desarrollo”. ¿Quiere que se lo lea?

¿Pero para qué sirve el servicio de asistencia al lector?

Nno lo sé me dijo Marco, apenas soy un pasante..., aquí encontré otra cosa que le puede interesar: coordinación de los sistemas de riego en regiones de lluvias intermitentes... Y empezó a leerme Madame Bovary.

¿Por qué no ponen a pasantes de letras? pregunté.

Los de letras están haciendo pasantías como repositores en los supermercados...

¿Y los de física?

En el servicio penitenciario..., la idea es que todos hagan todo, para que no haya división entre el trabajo manual y el intelectual.

Colgué. Pero enseguida volví a llamar.

Servicio de asistencia al lector, habla Karin, ¿en qué le puedo ser útil?

Murakami, etc. etc.

Mire me dijo, aquí tengo una novela policial donde hay un carnero salvaje... dijo... ¿quiere que le cuente quién es el asesino?

El mayordomo, por supuesto dije.

No dijo Karin, el asesino es justamente el carnero salvaje y lo mata al mayordomo... colgué.

Pero la compulsión era terrible.

–Servicio de Asistencia al Lector, habla Alejandra, ¿en qué puedo servirlo?

Mura... mura... Carnero... un carnero... Sólo eso...

¿No es lo mismo una ballena? Mire aquí tengo Moby Dick, la caza de la ballena salvaje...

Un animal de tierra...

Perros... gatos salvajes... ¿sabe cuándo tenemos más llamados?

En Navidad dije es cuando más pululan los carneros...

Y en el día de los enamorados...

Colgué y volví a llamar.

Aquí Jorge, servicio de asistencia al lector hoy tenemos Rayón y perlas nuevas, de Chris Turtsteka, o si prefiere, La persecución del carnero salvaje...

Me quedé mudo... ¡Lo había conseguido!

Me tiré a escuchar cómo me leían libro donde se describían los distintos tipos de trampas para atrapar carneros, ¿o eran tiburones?, escritas por un cazador del siglo XVII... pero eran carneros, carneros a pesar de todo... seguí escuchando la voz de Jorge hasta que amaneció y descubrí que me había dormido y la comunicación se había cortado.

Pero el mundo había cambiado. Y no me importó que ese mismo día tuviera una reunión con el ministro para diseñar una política en relación al carnero salvaje; sin desayunar siquiera, volví a llamar, pedí una novela de Agatha Christie, y mientras una voz me leía Vida y destino de Vasili Grossman, fui tirando a la basura todos y cada uno de los libros de mi biblioteca, ya inútil, sabiendo que nunca, que ya nunca jamás, me separaría del teléfono y del servicio de asistencia al lector.

miércoles, 15 de julio de 2009

Chau, viejo!

Me tomó mi tiempo, aunque yo sabía que esto pasaría.

Sabía que escribir este texto implicaría haber aceptado, de alguna forma, su partida. Cuando el llanto no fue una constante, cuando pude mirar sus fotos sin sentir que el corazón se me partía en dos, cuando encontré resignación en el saber que era lo mejor para él ... pude sentarme frente a mi compu y despedirlo.

Desde que tomé como costumbre escribir mis pensamientos y experiencias y compartirlas con uds. el ejercicio de sinceramiento se me hizo mucho más sencillo, así pude demostrarles que cosas me causan enojo, cuales las que me provocan risa y cuál es el mecanismo que utilizo para aflojar las tensiones propias y ajenas. Cuando el camino hacia su partida comenzó a volverse cierto y definitivo escribí esta entrada en el blog http://yestodondelopongo.blogspot.com/2008/09/la-importante-historia-de-e.html


Luego vendría la internación, la operación y la triste realidad, teníamos que empezar mis hermanos y yo a decirle adiós, de a poquito, con tristeza pero sin angustia, él se empezaba a despedir de nosotros. Las lágrimas no faltaron en ese proceso, pero tampoco estuvo ausente la risa y los momentos cada vez más alejados de conexión con mi viejo. Esos momentos en "la puta enfermedad, puta" me lo devolvía, como burlona, para luego llevárselo a su mundo.

Yo seguía yendo a verlo, llevando fotos de mis viajes, haciendo payasadas para provocarle una reacción, pero cada vez era más difícil, cada vez estaba más "en su mundo". Hasta que un sábado 16 de mayo, mientras dormía, se rindió ... o quizás no, quizás no fue una rendición, sino un "bueno, hasta acá llegué, hice lo que pude, ahora me voy"

Mi viejo me enseñó sabiduría popular, a respetar al otro, a ser buena persona, a no creerse más de lo que uno era, a cuidar a los amigos, a ser justa. Me dijo que para los amigos hay que estar "siempre firme como rulo de estatua", que las sociedades no siempre son buenas porque "las medias son para los pies", que no hacía falta levantar la voz para ser respetado, que por los pibes de uno hay que agachar el lomo.

En su despedida, el sacerdote leyó la oración de San Agustín que dice algo así como "No me llores si me amas", estoy segura que él hubiera mirado con esos ojos pícaros, pensando que sabe este "padre Tipisho"! Si uno ama, llora cuando el ser amado se va!

Sabés una cosa, pa? Te comencé a extrañar cuando te tuvimos que internar, porque me di cuenta que ya no íbamos a hacer las compras juntos, ni me ibas a acompañar en las noches para mirar películas en la TV, cuando el lavadero donde tenías tus herramientas y de donde salieron los banquitos para lavarse los dientes de tus nietos o las bibliotecas para "tu piba" se había quedado en silencio.

Si hay un cielo, seguro estás ahí. También es seguro que te encontraste con mamá o "La Pancha" como le decías vos, así que espero que estén felices, nuevamente juntos. Acá abajo, Mirta, Dani y yo, así como tus nietos y José y Ana vamos a hacer todo por mantener vivo tu recuerdo.

Chau, viejo!