Cuando los libros llegaron a sus manos como regalo de cumpleaños, los dejó a un lado, no la motivó la curiosidad, ni la contratapa ni la tapa le llamaron la atención. Después de todo se lo regalaba alguien que ella pensaba que no la conocía en lo más mínimo, aunque él creyera todo lo contrario.
Así, los dos tomos descansaron sobre la mesa por largos 3 meses y de vez en cuando eran ojeados, pero nunca elegidos. Hasta que un día ...
Ella tomó el primer libro y ya no pudo dejarlo, se convirtió en su compañía, fue devorado, se sumergió en esa hermosa historia de amor, o historias para ser más justos. Si bien la voz de Laura, la protagonista, llevaba la voz cantante, Blanca y sus memorias la atraparon e hicieron volar su imaginación.
Pensó que a pesar del dolor de un amor imperfecto, contrariado, casi imposible, era mejor que la suma 0 de no tener nada que recordar. Deseó ser ella alguna vez objeto de tan grande amor, que fuera más allá del tiempo y de la historia, que se enfrentara a todo. Devoró las páginas del primer tomo y continuó con el segundo donde encontró el siguiente diálogo entre Laura Escalante y María Pancha.
"- Pienso a menudo en la imagen de la que nunca hablo. Siempre está ahí en el mismo silencio. Es la única imagen de mí que me gusta, la única en la que me reconozco, la única que me causa placer. Ahora soy una Laura tranquila y sensata que ha tomado que ha tomado el lugar de aquella jovencita bulliciosa e impulsiva, que amó locamente y que se dejó amar. El vendaval se ha convertido en un atardecer de verano.
- Con los años llega la sensatez - apuntó María Pancha.
- No me he vuelto sensata por hacerme más vieja, y tú lo sabes. Peor que haber perdido a Nahuel, peor que el matrimonio con Julián, ha sido aparentar un sentimiento que no existe, una fortaleza, un conformismo y una alegría que intento transmitir cuando en realidad el dolor me esclaviza. Quizás lo hago por orgullo, no me gusta que sepan que tengo problemas. Alguien me dijo alguna vez que el dolor, si no nos mata, ayuda a templarnos, a convertirnos en personas más fuertes. Es cierto, pero también barre con nuestra sensibilidad y nos transforma en seres inertes. Estoy exhausta de mostrar una realidad que no existe. Vivo mintiendo. La frase de Shakespeare '¡Qué bueno es estar triste y no decir nada!' ya no me parece tan sabia. Yo quiero gritar mi dolor a los cuatro vientos." (*)
Sintió que ese diálogo resumía su sentir. Sí, así se sentía, aunque siempre tuviera una sonrisa y un chiste o una contestación divertida a mano para desconcertar al otro o sacarlo de una situación embarazosa. Por dentro, ah si, por dentro estaba la verdad, esa que le carcomía el alma, que a solas la hacía llorar.
Pensó, ¿porque no puedo encontrar el amor? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? ¿Es que acaso no tengo derecho a ser feliz?
(*)Fragmento de Indias Blancas, la vuelta del ranquel, de Florencia Bonelli, Ed. DeBolsillo.