Por Roxana Sandá
En los mundos del revés, todo aquello que podría entenderse como un beneficio resulta, inexorablemente, un paso atrás. En la Argentina, donde al rompecabezas social suele faltarle siempre una pieza, la historia del crecimiento económico no exceptúa la regla. Y las mujeres, una vez más, son la variable de ajuste, aun en los publicitados buenos tiempos que transita la macroeconomía vernácula. El último informe anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo deja en claro al revelar que el fuerte crecimiento económico registrado en estos años brindó mayor empleo a los hombres, pero retaceó actividad remunerada a las mujeres. La consultora Corina Rodríguez, a cargo del informe local del organismo, dijo a este diario que “en un contexto de auge económico se produce un estancamiento de la tasa de actividad que obliga a las mujeres a retornar al ámbito doméstico, lo que dificulta su inserción en el mercado laboral”.
Una radiografía cierta del fenómeno baja a los avisos clasificados de “oficios y ocupaciones varias”, donde la oferta diversificada poco y nada huele a emprendimiento venturoso. “Señora. Gane dólares sin moverse de su casa”; “Señora/ita. No dude más. Haga trenzados desde su hogar para fábrica de calzado. Buen sueldo”; “Señora mayor. Prepare café en su domicilio para reparto. Garantizamos ganancia semanal”. La desigualdad laboral entre hombres y mujeres enunciada por la OIT hace agua puertas adentro, a riesgo de una invisibilidad mayor de la discriminación, cuando no de una subcategoría que ni siquiera califica en el universo de las trabajadoras autónomas. Que exista una búsqueda de señoras para armar cajas o de “señoras judías libres” para todo terreno habla ya de un desfase creciente hacia todas las líneas posibles.
El “Larousse Ilustrado” de la Secretaría de Género de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) advierte que la igualdad de oportunidades implica una superación de las políticas centradas en la “protección” de las mujeres, que deben ser consideradas sujetos de pleno derecho en todos los ámbitos de la vida social. “A través de programas de acción positiva, se busca la creación de condiciones para que tengan las mismas oportunidades que los varones en el acceso al trabajo, la educación, la política, la salud y la cultura.” Sin embargo, datos del Indec desnudan el vacío de gestión en cifras recientes: la tasa de actividad femenina en 2006 disminuyó al 49,8 por ciento respecto del 50 por ciento que registraba tres años atrás, mientras que para los hombres el índice creció del 74,5 por ciento en 2003 al 75,4 por ciento el año pasado. Nada hace suponer que el fin de año depare una cruzada política conciliadora del equilibrio justo.