En este momento me encuentro leyendo el libro de la escritora chilena Marcela Serrano "Nosotras que nos queremos tanto" y cuenta la historia de 4 amigas a través del tiempo. Cada una de ellas con una historia peculiar, colorida, diferente, impactante.
Y recorriendo sus páginas me encontré con el siguiente párrafo que quiero compartir con uds.
"- ¿No recuerdas Cachagua? Me dijiste que debíamos dejar la historia al azar.
- Lo recordé cuando recibí tu tarjeta
- Pues bien. Ya podemos sospechar lo que el azar quiere ...
Y cortó. María se quedó de una pieza. Es que la dejaba sin rol. Le robaba el suyo, tan aprendido e infalible cuando de conquistas se trataba. Se paseó por la habitación. Y alguna voz interna, pequeñita, le sugirió: ¿Por qué esta vez no te dejas conquistar tú? Recordó aquella observación que hiciera Rodolfo una vez: María nunca se deja escoger. No es una princesa encerrada en el castillo lleno de obstáculos. Al contrario, ella es el príncipe que sale en su caballo a buscar a sus amores, a escogerlos. Claro, los dragones aparecen después ..."
Y me puse a pensar, que es mejor? ser princesa a la espera del príncipe que nos venga a rescatar? ser una princesa atípica buscando por quien dejarse rescatar o ser una mezcla perfecta de las dos variantes?
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