jueves, 26 de agosto de 2010

El soportómetro

Uds. ya conocían a la famosa Máquina de Cortar Boludos en Fetas, al Boludómetro, al Sensor de Estupidez en Aire y ahora llega directo desde nuestros cuarteles centrales a sus casas y oficinas el SOPORTOMETRO.

Este invento brillante e infaltable en la empresa, oficina pública, taller y/o vivienda familiar nos indica con carácter preventivo las cantidad de estupideces que ud. puede ser capaz de soportar antes de salir cual Rambo y Terminator juntos a despanzurrar pelotudos!
 
Yo lo uso en mi trabajo, lo puse en la puerta de entrada, situado estratégicamente, apuntado al pasillo donde pareciera que más cómoda se siente la fauna pelotudística local. Allí el pobre aparato, EL SOPORTOMETRO no el compañero/a de turno, pone en riesgo su integridad día tras día, emitiendo alarmas por doquier, sobreexpuesto a las falsedades, las chupadas de medias y otros adminículos, los chistes malísimos y por que no los chismes malintencionados y de los otros.
 
Hoy, por ejemplo, se vio sometido a una prueba de fuego, ante una situación X donde había movimiento inusual del personal por los pasillos, se repetían las caras de alegría y fuerza que vos podés, cuando en realidad me juego todos mis ahorros a que por dentro decían ojalá un rayo te parta en ocho! Fue ahí cuando la chicharra, que por el momento sólo escuchamos mi compañera de oficina y yo, empezó a sonar como loca!!!

No hay caso, si con el SOPORTOMETRO no me hago rica, voy a tener que ponerme definitivamente a trabajar!
 

jueves, 19 de agosto de 2010

Ser invisible en el Gran Marín

Si chicos y chicas, la musa cuando llega, llega con todo! Cuando parecía que no iba a poder inspirarme por un largo rato, a causa del agotamiento mental y de la falta de ganas, bajaron y se apoderaron de mí y provocaron esta catarata de entradas que están leyendo. No se quejen conmigo, la culpa es de las musas …

Resulta que acababa de enjugarme las lágrimas con la historia que les conté el post anterior, seguía en el mismo lugar, el café pizzería Gran Marín de Av. Corrientes esquina Paraná, leyendo y haciendo tiempo, cuando percibí un gran movimiento de mesas y mozos. Primero pensé que estaban cerrando, después me dije, no puede ser, esto debe estar abierto hasta tarde … pero los mozos seguían moviendo mesas y sillas de un lado al otro, con el consiguiente ruido, porque no vayan a creer que las levantaban NOOOOO, las arrastraban como niño desganado arrastrando su juguete …

El movimiento pasaba por al lado mío, pero como estudiante acostumbrada a leer sin distraerme en todos los lugares públicos a mi alcance, no les presté atención hasta que levanté mi vista y comprobé que a menos de 5 cm. de mí estaba armada una mesa para 25 personas en forma de L y si no me movía a tiempo corría peligro de quedar atrapada entre la mesa y un macetero con un potus enorme …

Si no me movía me iba a tener que quedar ahí hasta que terminaran de cenar estas personas. Levanté mi cabeza y miré fijamente a la moza que me atendía (es una forma figurativa de describir su ocupación), me ignoró y encima de eso, pretendió sentar a una persona de espaldas a mí a escasos 2 cm.

Menos mal que este hombre se negó, alegando que me iba a dejar atrapada y ahí puff parece que se dieron cuenta de que se habían olvidado de mí! Digan que todavía me encontraba conmovida y sensibilizada por el chiquilín que momentos antes se había acercado a mi mesa, intuyo que debe haber sido eso lo que impidió que reaccionara mal.

Pueden creer que cuando el tipo se negó a sentarse donde querían ponerlo, los 3 mozos encargados del operativo se miraban entre ellos pensando como hacer, sin percibir que si me pedían que me corriera, quizás el problema desaparecía? Nada, sin reacción. Pensé por un momento en quedarme empacada en el lugar, pero dije, no tengo ganas ni tiempo para ponerme a pelear por mi sitio, así que en un gesto magnánimo que me conmovió hasta la fibra más íntima, miré al pobre tipo que estaba de pie al lado mío y le dije, dejá, yo ya me voy, me paso a la otra mesa por un rato, sentate en mi lugar!

El tipo se deshacía en disculpas por la molestia ocasionada, pero los mozos ni se inmutaron, eran testigos silenciosos de la situación. Levanté mis cosas, mis papeles, mi cuadernos y me fui a la otra mesa y conmigo se trasladó, para siempre, la intención de dejar propina como hago habitualmente, dado que soy respetuosa del trabajo de los demás.

Les puedo asegurar que la culpa moral había desaparecido como por ensalmo, es más, podría decir que disfrute irme sin dejar propina, aunque eso no le haya significado mucho a la moza encargada de mi mesa. Mientras me iba caminando por Av. Corrientes pensaba, viste Baumann se puede ser mala y no sentir culpa moral alguna?

¿Cuestión de destino?


Estaba tomando un café en un bar de Av. Corrientes, haciendo tiempo para ir a la cena de GDD mientras leía un texto sobre el desafío ético de la globalización. Esperen! No dejen de leer! No se equivocaron de blog! Sigo siendo yo, la Dra_Lau …

No me convertí en una intelectualoide ni Dior ni Chanel lo permitan! Se está tan bien sin cargar con esas malditas etiquetas, aún cuando haya quienes se autotitulan intelectuales porque piensan que eso los hace más interesantes, pero de ellos hablaremos en otra ocasión.

En fin, como le decía, estaba leyendo para una materia que estoy cursando y el texto hablaba sobre la culpa moral, ese molesto bichito que siento cuando discuto con un compañero de trabajo o cuando hago algunas de mis bromas, y la culpa metafísica, esa que te estruja el corazón cuando ves gente viviendo o sobreviviendo en la calle y pensás que no está en tus manos ayudarlos, no por no querer, sino por no poder y, como podrán imaginar, esa situación me dejó pensando.

Fue en ese momento cuando se asomó por el costado de la mesa una carita chiquita, con unos ojos enormes, que apareció por el costado de la mesa donde estaba tomando mi café y me pidió una moneda.

Uy! El corazón se me estrujó y yo que siempre proclamo a viva voz que los niños son lindos en tanto y en cuanto sean ajenos y no estén conmigo por más de dos horas, me puse a pensar que más que una moneda, esa criatura necesitaba alguien que lo cuidara, que lo amara, que no lo dejara estar un viernes a la noche en la Av. Corrientes, mangueando. Seguramente, de haber podido me lo hubiera llevado a casa y previo baño y una comida rica y un lugar para jugar, le hubiera explicado que el mundo no es tan jodido, que él tiene derechos que probablemente no conozca todavía, pero los tiene.

Y claro, a esta altura, como no coincidir con Baumann, el tipito al que estaba leyendo cuando dice que por culpa de la bendita globalización nadie puede estar seguro de que las cosas que afectan a un hombre no sea por su responsabilidad. En su texto, cita la conocida frase de Hemingway que dice “No preguntes por quien doblan las campanas, están doblando por ti!”

Y a vos cuántas veces te sonaron las campanas y te hiciste el distraído?

De generar conciencia

Dice Petinatto en Plop! "8 Cristian Sancho, luego de posar vestido de mujer en una revista, dijo: “Logramos lo que nos propusimos, compromiso y generar conciencia”. El tiempo que se hubiese ahorrado Mandela de haberse puesto unas medibachas y un lindo tutú con tres vuvuzelas en la cabeza. Hablé con el director de la revista y me dijo: “Mirá , generó conciencia, porque después de la tapa de Vanucci y ahora ésta, sinceramente nos dejó pensando, che”."

Las próximas tapas generadoras de conciencias serían

- Rocío Marengo con un candado en su vagina para tomar conciencia contra el HPV

- Ricardo Fort cantando para generar conciencia contra los ruidos molestos

- Biolcatti desnudo de frente y primer plano para provocar conciencia respecto de que la carne de chancho no es afrodisíaca

Cambalache

Publicado en Página/12

Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
 
Como todos los días, al amanecer, voy a buscar los diarios al buzón, que me deja el “canillita” con auto. Además de dos diarios está también una revista semanal. Las leo. Una hora después termino la lectura. No puedo creer. Camino unos pasos y me viene a la memoria una letra de tango. Lo canto a media voz aunque quisiera gritarlo. “Cambalache”, del filósofo de la calle Discépolo:

Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril...
.................
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo,
Todos manoseaos.

Vuelvo al diario. Leo su titular: “Joven, sin posibilidades y amargado”. Y el subtítulo: “Alarma, hoy, en el Día de la Juventud, en todo el mundo la crisis financiera empuja a los menores de 25 años a la marginación”.

El artículo se basa en un estudio de la ILO, la Organización Internacional del Trabajo con sede en Suiza. Señala que en Europa, el número de jóvenes desocupados aumenta mes a mes. España, por ejemplo, anuncia una desocupación del 40,3 por ciento de jóvenes menores de 25 años. Y eso que, en el 2007, esa cifra llegaba apenas al 17,5 por ciento. Dice la crónica: “La cifra avanza en forma dramática” y cita al diario español El País, que habla de “una generación cero con muy pocas perspectivas y sin ninguna chance de empleo”. Y no sólo ocurre esto a los que han abandonado sus estudios y tienen poca preparación en oficios sino también a los jóvenes académicos a quienes “les esperan múltiples problemas para encontrar un empleo después de finalizar sus estudios”. Además, explica la ILO, “mismo los que obtienen un empleo, en el 2010, no tienen seguridad para planificar su futuro ya que el noventa por ciento de los trabajadores españoles menores de 25 años sólo reciben contratos con plazo limitado que pueden ser fácilmente rescindidos”.

A esa generación de jóvenes, en círculos especializados, la denominan “Ni, ni”, es decir, “ni estudian ni trabajan”. Acerca de esto, el sociólogo Philipp Woldin escribe: “Se trata de una generación sin estímulo, que ya no tiene sueños de futuro y que se ven ellos obligados a vivir con sus padres. España teme que debido a la crisis económica crezca una ‘generación perdida’ de jóvenes”. Las consecuencias, según los expertos, “para esa generación serán miedo al futuro y falta de motivación y, por supuesto, una larga dependencia del hogar paterno”.

La ILO advierte que en el 2008, en el mundo entero, 152 millones de jóvenes debieron conformarse con una entrada de apenas 1,25 dólar por día, lo que corresponde a un 28 por ciento de la cuota mundial de desocupados.

Pero, y aquí viene lo notable, “el mayor aumento de esa desocupación como consecuencia de la crisis financiera ocurre en los países desarrollados y de ellos, más en los europeos, donde la cuota de jóvenes desocupados aumentó del 13,1 por ciento, en 2008, a 17,7, en 2009. La que mejor se mantiene en los países desarrollados es Alemania, donde esa cuota alcanza al 11 por ciento.

Las consecuencias son, y lo dice el informe de la ILO: aumento de la criminalidad, problemas psíquicos y aumento del consumo de drogas.

Levanto la vista y me digo: “¿y eso hacemos con nuestros jóvenes? Ni siquiera ya reina aquella obligación moral y racional de asegurarles un camino sin violencias en la vida. La actual sociedad mundial con su sistema les abre la puerta para lanzarlos no a la paz sino a la contienda del egoísmo y la disputa diaria.

El mismo diario trae las declaraciones de Tim Noonan, portavoz de la Confederación Internacional Sindical, con asiento en Bruselas, quien señaló que “los gobiernos de la mayoría de los países se han preocupado muy poco durante muchos años en crear fuentes de trabajo y por eso los jóvenes, después de terminados sus estudios, no tienen posibilidades de encontrar una ocupación. Y los que la consiguen están limitados por contratos a término o reciben un sueldo muy bajo. Deben modificarse ya los fundamentos macroeconómicos. Tiene que acabar esa limitación y originar lugares de trabajo, crear empleos verdes, de defensa del medio ambiente. Si no se hace eso vendrá una segunda recesión. Es una bomba de tiempo que ha empezado a hacer tic-tac”.

“En los llamados países en desarrollo el problema es mucho más grave. En Africa y en el Medio Oriente la mayoría de la juventud no tiene trabajo. En Africa del Sur –donde se acaba de jugar el Mundial de Fútbol– el 45 por ciento de la juventud no tiene trabajo. En Namibia, el 75 por ciento. Naciones Unidas ha advertido que cada vez más hay jóvenes que caen en la criminalidad. El peligro es muy grande. Porque junto a la desocupación aumenta la inflación y estamos frente a una crisis de alimentos. Han comenzado las protestas, también en Europa; el caso de Grecia es patético. Trabajo debe ser el problema fundamental.”

Tiene razón Tim Noonan. Ni con medidas financieras ni con ahorros ni con acortar la ayuda a los países en desarrollo se soluciona el problema. Crear trabajo, ésa es la clave, repartir a cada cual lo suyo, ésa es la única solución contra toda violencia.

Doy vuelta la página del diario. Y no puedo creerlo: el Instituto de la Economía Alemana, institución matriz de los empresarios de este país, propone que se eleve la edad para jubilarse, de 65 años a 70; y para ello señalan que la gente cada vez vive más y es imposible solventar las jubilaciones, y que, por otra parte, ha disminuido el número de nacimientos. Es decir que las nuevas generaciones no podrán sostener al cada vez mayor número de ancianos.

Y aquí cabe la pregunta: ¿pero cómo, si hay cada vez menos trabajo y ahora quieren aumentar la edad para jubilados para que los viejos sigan trabajando cinco años más? Y entonces, ¿qué se hace con los jóvenes? Esto demuestra la irracionalidad del sistema capitalista que siempre busca cortar el hilo por lo más delgado. Si los viejos trabajan más años, los jóvenes tienen menos probabilidad de encontrar empleo, dadas las circunstancias del sistema económico actual. Mientras unos discuten cómo crear más trabajo los otros proponen que los que están por jubilarse ya sigan trabajando cinco años más. El sistema. La irracionalidad.

Porque la realidad es otra. Las empresas despiden a gran parte de su personal una vez cumplidos los 55 años, principalmente a los ejecutivos. Está en la mente empresaria que ya a esa edad hay conformismo y no la palabra “búsqueda”, el superarse siempre hasta el último día. Si bien pagan indemnización para librarse de los viejos, éstos, al quedarse sin empleo, pasan a cobrar el seguro de desempleo, una suma en sí irrisoria que les alcanza sólo para no morirse de hambre. Vamos a la parte psicológica: todo empleado, a partir de los 55 años, comienza a tener temor de un pronto despido. Y eso obra sobre su salud mental y física. Y se va formando así una sociedad de histerias, codazos y neurastenias. Cuando la vida tendría que tener un final de tranquilidad y premio para todos aquellos que cumplieron con la sociedad.

Este es el panorama. Pero doy vuelta a la página del mismo diario y me encuentro con otra información. Todo en idioma perfectamente empresarial. Se explica el radical programa de ahorro que llevan a cabo casi todos los estados federales de Estados Unidos. Se ahorra cerrando escuelas, rebajando las ayudas sociales y dejando cesantes a empleados. Hasta ahora, desde comienzos del 2010 se ha dejado cesantes a 169.000 empleados. La nota periodística la firma el economista Dietmar Ostermann. Se calcula que en el 2011 se van a ahorrar 120 mil millones de dólares para terminar con el déficit nacional. Obama ha enviado 10.000 millones de dólares a esos Estados para parar un poco el cierre de escuelas y el despido de maestros. Los republicanos han calificado a la ayuda de Obama como apenas una gota de agua sobre una piedra caliente. La financiación de esa ayuda se lleva a cabo a costa de los más pobres ya que se han eliminado las subvenciones para alimentos vitales.

Sigo leyendo el mismo diario. En el próximo título de página se denuncia el gran negociado que se llevó a cabo con la alarma sobre la gripe porcina y la dramática obligación de vacunarse a todo el mundo. Pero ya no quiero seguir leyendo, me digo, basta. Cierro el diario. Sí, es un diario de tendencia liberal, nada contestatario. Pero informa de la actualidad, es su obligación, la de informar. Es el Frankfurter Rundschau. Tomo la revista Stern, para descansar un poco. Pero justo su nota principal habla de los empresarios más ricos de Alemania y su predisposición a hacer donativos. Por lo menos hay 75 de ellos que poseen fortunas de más de mil millones de euros (que es de más valor que el dólar). Ejemplo, Karl Albrecht posee declarados 17.000 millones de euros; Theodor Albrecht, más de 16.000 millones; Dieter Schwarz, más de 10.000 millones, y sigue la lista. Como decimos, hay por lo menos 75 multimillonarios. Y eso que lo que poseen, comparado con lo de los multimillonarios norteamericanos, parecen propinas. Bastaría comparar esas cifras con las estadísticas del hambre en el mundo, o de la gente sin techo, o de las villas miseria.

“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé
En el quinientos seis
Y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros
Maquiavelos y estafaos,
Contentos y amargaos,
Barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
Es un despliegue de maldá insolente
Ya no hay quien lo niegue.”

Cambalache. Me digo: Alemania tuvo pensadores como Kant y Marx; Francia lo tuvo a Descartes, el mundo todo a un Einstein. Pero los argentinos lo tuvimos a Discepolín, que en un tango lo definió todo, en el idioma del pueblo.

Voy a la ventana. Veo el verde de este verano, el cielo bien azul, el dorado tan puro de los rayos del sol. Y se me presentan las figuras humildes de Agustín Tosco, aquel del Cordobazo que encabezaba las protestas obreras vestido con su humilde “overol”, y en Facón Grande, el gaucho que fue fusilado por acompañar a los pobres peones rurales patagónicos.

Sí, a pesar del cambalache, hay gente que no se rinde.

Una joyita el pibe no?

Y mañana seré Adolf

Por Juan Forn

Un caballo cruza a todo galope la frontera entre Rusia y Mongolia. El año es 1921. A pesar de los veinte grados bajo cero, el jinete va con el torso desnudo, salvo por una túnica amarilla hecha jirones y un puñado de talismanes que cuelgan de su cuello. Su única posibilidad de salvación es agotar a sus perseguidores y perderse en la estepa, porque tanto el Ejército Rojo como el Ejército Republicano Chino han puesto precio a su cabeza. El nombre del fugitivo es Nikolai Maximilian von Ungern-Sternberg. Es austríaco de nacimiento y ruso por adopción, pero en la estepa mongola se lo conoce mejor como la reencarnación del Genghis Khan, o Mahakala, Señor de la Tiniebla.

Budista, sádico, antropófago, asesino, antisemita y antibolchevique furioso, Ungern-Sternberg parece un perfecto villano de historieta, y de hecho Hugo Pratt le dedica un episodio fulminante en Corto Maltés en Siberia, pero el tipo existió en la vida real y fue una desgracia para todos los que tuvieron la mala suerte de cruzárselo, incluyendo a un anónimo cabo retirado del ejército austríaco en 1918 del cual hablaremos en su momento.

De no haberse producido la Guerra Ruso-Japonesa, Ungern-Sternberg habría ido a parar seguramente a un manicomio austríaco o alemán, donde su delirio místico y su sed de sangre hubiesen permanecido confinados a las cuatro paredes de su celda. Lamentablemente, su familia era parte de la aristocracia de alemanes del Báltico que durante generaciones había servido en los ejércitos del zar y, para sacárselo de encima, lo enviaron pupilo a todos los internados posibles, de los que fue expulsado una y otra vez hasta que logró graduarse (entre los peores de su camada, y algunos dicen que amenazando con un cuchillo a su tutor), en el Liceo Pavel de Petersburgo a comienzos de 1904, cuando el ejército zarista necesitaba desesperadamente oficiales de bajo rango para la guerra contra Japón.

En los sangrientos campos de batalla siberianos encontró Ungern-Sternberg su lugar en el mundo. Se destacó muy pronto por su demente temeridad, incluso mereció la Cruz de San Jorge, aunque nadie se atrevía a poner tropas a su cargo por su incapacidad para respetar la cadena de mandos. El general Wrangel dice en sus memorias que, para no ascenderlo (“No es un soldado profesional. Es una máquina de matar, sólo útil en la guerra”), optó por estacionarlo en una remota guarnición de Siberia hasta que volvieron a necesitarlo, cuando estalló la Primera Guerra. Para entonces, Ungern-Sternberg se había fascinado con el coraje y el salvajismo de los buriatos, nómades mongoles en quienes confiaba más que en sus soldados rusos. Se casó con una princesa tártara, aprendió a hablar el mongol, estudió las tácticas de guerra de Genghis Khan y se hizo budista, de una vertiente local que celebraba por igual el panteísmo, el fervor guerrero y la crueldad sin compasión. Se enteró del triunfo de la Revolución de Octubre en el extremo oriente siberiano, más allá del lago Baikal, y junto con su superior inmediato en la región, el coronel Grigori Semenov (tan antisemita y antibolchevique como él), ofreció sus tropas al Ejército Blanco, pero su fidelidad hacia uno y otros duraría muy poco.

A Semenov lo acusó de corrupto, por aceptar ayuda financiera de los japoneses, y a los rusos blancos de meros cobardes. Con la sola ayuda de su regimiento de salvajes, Ungern-Sternberg decidió emprender desde Siberia la conquista de la Unión Soviética y de China, con el propósito de erigir un nuevo imperio tártaro. Su única victoria militar fue la toma de Urka (hoy Ulan Bator, capital de Mongolia), cuando sus seiscientos hombres pasaron a degüello a los cinco mil soldados chinos armados de ametralladoras que defendían la ciudad. En los meses siguientes se erigió en figura suprema de la región a través del terror. Arrasó con todos los judíos y prosiguió la cacería con bolcheviques, soldados blancos, lamas o cualquier otra presencia humana que se pusiera en su camino. En su regimiento había adivinos y videntes, en quienes confiaba más que en sus lugartenientes militares. La mitad de sus hombres estaba siempre al borde de la deserción. Aliados y enemigos temían por igual su sadismo y sus dementes decisiones. Sus campamentos dejaban pilas de cadáveres putrefactos. Fumaba cantidades industriales de opio y mantenía a su tropa con raciones diarias de hachís y vodka. Su actividad favorita era comprobar cuánto tiempo duraba vivo un hombre que había sido completamente despellejado.

Luego de que soviéticos y chinos pusieran precio a su cabeza, Ungern-Sternberg fue traicionado por su propia tropa. Logró huir en su caballo blanco, pero fue perseguido durante dos días con sus noches por los bolcheviques y un puñado de jinetes mongoles que habían formado parte de su regimiento y fueron quienes al fin lograron atraparlo. Aun desarmado y de a pie, Ungern-Sternberg se las arregló para matar a seis de ellos antes de que lo redujeran. Los bolcheviques supieron mantenerse a distancia hasta que estuvo encadenado y procedieron entonces a matar a los jinetes mongoles y trasladar a su prisionero hasta Novosibirk. En el trayecto lo exhibieron, encadenado, semidesnudo, en una jaula, en cada pueblo por donde pasaba el tren. Su aspecto era tan aterrador que ni los más curiosos se atrevían a mirarlo a los ojos.

Sentenciado a muerte luego de un juicio sumario, Ungern-Sternberg enfrentó al pelotón de fusilamiento. Como su cabeza era muy pequeña, se ordenó a los soldados que le apuntaran al pecho. Varios disparos dieron contra los medallones metálicos que colgaban de su pecho y el rebote de la metralla mató a dos miembros del pelotón. Dicen que Ungern-Sternberg tuvo tiempo de soltar una carcajada final antes de morir. Cuando en Mongolia se supo de su muerte, el Bogd Khan ordenó plegarias a todos sus súbditos para que su espíritu no volviera nunca a la tierra. En Austria y Alemania, en cambio, si nos guiamos por una carta que escribe en 1921 D. H. Lawrence, autor de El amante de Lady Chatterley, “todos leen con fascinación el libro Bestias, hombres y dioses, un libro que cuenta las correrías y convicciones del Barón Blanco, un austríaco de nacimiento de nombre Ungern-Sternberg, que pregona el espíritu tártaro de todos los eslavos y germanos y su unión contra judíos y bolcheviques”. Uno de los tantos lectores austríacos de Bestias, hombres y dioses en aquel 1921 fue el cabo retirado, fracasado aspirante a pintor y por entonces orador nacionalista en alza Adolf Hitler. Como lo demuestra el ejemplar profusamente subrayado del libro hallado entre sus papeles personales, según detalla Timothy Ryback en el ensayo recientemente publicado La biblioteca privada de Hitler y los libros que moldearon su vida.