jueves, 19 de agosto de 2010

Ser invisible en el Gran Marín

Si chicos y chicas, la musa cuando llega, llega con todo! Cuando parecía que no iba a poder inspirarme por un largo rato, a causa del agotamiento mental y de la falta de ganas, bajaron y se apoderaron de mí y provocaron esta catarata de entradas que están leyendo. No se quejen conmigo, la culpa es de las musas …

Resulta que acababa de enjugarme las lágrimas con la historia que les conté el post anterior, seguía en el mismo lugar, el café pizzería Gran Marín de Av. Corrientes esquina Paraná, leyendo y haciendo tiempo, cuando percibí un gran movimiento de mesas y mozos. Primero pensé que estaban cerrando, después me dije, no puede ser, esto debe estar abierto hasta tarde … pero los mozos seguían moviendo mesas y sillas de un lado al otro, con el consiguiente ruido, porque no vayan a creer que las levantaban NOOOOO, las arrastraban como niño desganado arrastrando su juguete …

El movimiento pasaba por al lado mío, pero como estudiante acostumbrada a leer sin distraerme en todos los lugares públicos a mi alcance, no les presté atención hasta que levanté mi vista y comprobé que a menos de 5 cm. de mí estaba armada una mesa para 25 personas en forma de L y si no me movía a tiempo corría peligro de quedar atrapada entre la mesa y un macetero con un potus enorme …

Si no me movía me iba a tener que quedar ahí hasta que terminaran de cenar estas personas. Levanté mi cabeza y miré fijamente a la moza que me atendía (es una forma figurativa de describir su ocupación), me ignoró y encima de eso, pretendió sentar a una persona de espaldas a mí a escasos 2 cm.

Menos mal que este hombre se negó, alegando que me iba a dejar atrapada y ahí puff parece que se dieron cuenta de que se habían olvidado de mí! Digan que todavía me encontraba conmovida y sensibilizada por el chiquilín que momentos antes se había acercado a mi mesa, intuyo que debe haber sido eso lo que impidió que reaccionara mal.

Pueden creer que cuando el tipo se negó a sentarse donde querían ponerlo, los 3 mozos encargados del operativo se miraban entre ellos pensando como hacer, sin percibir que si me pedían que me corriera, quizás el problema desaparecía? Nada, sin reacción. Pensé por un momento en quedarme empacada en el lugar, pero dije, no tengo ganas ni tiempo para ponerme a pelear por mi sitio, así que en un gesto magnánimo que me conmovió hasta la fibra más íntima, miré al pobre tipo que estaba de pie al lado mío y le dije, dejá, yo ya me voy, me paso a la otra mesa por un rato, sentate en mi lugar!

El tipo se deshacía en disculpas por la molestia ocasionada, pero los mozos ni se inmutaron, eran testigos silenciosos de la situación. Levanté mis cosas, mis papeles, mi cuadernos y me fui a la otra mesa y conmigo se trasladó, para siempre, la intención de dejar propina como hago habitualmente, dado que soy respetuosa del trabajo de los demás.

Les puedo asegurar que la culpa moral había desaparecido como por ensalmo, es más, podría decir que disfrute irme sin dejar propina, aunque eso no le haya significado mucho a la moza encargada de mi mesa. Mientras me iba caminando por Av. Corrientes pensaba, viste Baumann se puede ser mala y no sentir culpa moral alguna?

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