jueves, 19 de agosto de 2010

¿Cuestión de destino?


Estaba tomando un café en un bar de Av. Corrientes, haciendo tiempo para ir a la cena de GDD mientras leía un texto sobre el desafío ético de la globalización. Esperen! No dejen de leer! No se equivocaron de blog! Sigo siendo yo, la Dra_Lau …

No me convertí en una intelectualoide ni Dior ni Chanel lo permitan! Se está tan bien sin cargar con esas malditas etiquetas, aún cuando haya quienes se autotitulan intelectuales porque piensan que eso los hace más interesantes, pero de ellos hablaremos en otra ocasión.

En fin, como le decía, estaba leyendo para una materia que estoy cursando y el texto hablaba sobre la culpa moral, ese molesto bichito que siento cuando discuto con un compañero de trabajo o cuando hago algunas de mis bromas, y la culpa metafísica, esa que te estruja el corazón cuando ves gente viviendo o sobreviviendo en la calle y pensás que no está en tus manos ayudarlos, no por no querer, sino por no poder y, como podrán imaginar, esa situación me dejó pensando.

Fue en ese momento cuando se asomó por el costado de la mesa una carita chiquita, con unos ojos enormes, que apareció por el costado de la mesa donde estaba tomando mi café y me pidió una moneda.

Uy! El corazón se me estrujó y yo que siempre proclamo a viva voz que los niños son lindos en tanto y en cuanto sean ajenos y no estén conmigo por más de dos horas, me puse a pensar que más que una moneda, esa criatura necesitaba alguien que lo cuidara, que lo amara, que no lo dejara estar un viernes a la noche en la Av. Corrientes, mangueando. Seguramente, de haber podido me lo hubiera llevado a casa y previo baño y una comida rica y un lugar para jugar, le hubiera explicado que el mundo no es tan jodido, que él tiene derechos que probablemente no conozca todavía, pero los tiene.

Y claro, a esta altura, como no coincidir con Baumann, el tipito al que estaba leyendo cuando dice que por culpa de la bendita globalización nadie puede estar seguro de que las cosas que afectan a un hombre no sea por su responsabilidad. En su texto, cita la conocida frase de Hemingway que dice “No preguntes por quien doblan las campanas, están doblando por ti!”

Y a vos cuántas veces te sonaron las campanas y te hiciste el distraído?

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