Dejo para que Uds. disfruten un relato de Haroldo Barboza, publicado en el blog de Amante das Leituras. Pido perdón si la traducción no es del todo correcta.
La Guayaba
A pesar de que el verano estaba en sus comienzos, la madrugada del 25 de diciembre no estaba calurosa, probablemente en función de la lluvia fina que perduraba desde el domingo sin causar mayores estragos para los desafortunados. Había una brisa leve que provocaba un suave balanceo del follaje de las decenas de árboles existentes en aquel barrio de casas en construcción. La parte comercial estaba lista desde setiembre y ya atendía regularmente a los habitantes que durante el día aparecían en el lugar para construir sus futuras residencias.
Solamente los postes de luz localizados en las esquinas estaban encendidos. Permitían vislumbrar los esqueletos de las construcciones en su fase final. Tres casas ya estaban habitadas y mantenían sus luces eléctricas encendidas durante la noche, ayudando en la iluminación de la calle aún mal asfaltada. En menos de cuatro meses todas las 48 casas deberían estar habitadas.
El viejito de la barba blanca pareció surgir de la nada. Estacionó y descendió del vehículo medio desarmado por el peso que cargaba. Soltó los animales para que ellos bebiesen agua de los pozos existentes en el lugar. Se sentó, se sacó las pesadas botas y ejercitó los dedos de los pies con velocidad. Debido al fuerte olor a queso que exhalaban, se levantó para dejar las narices lejos de esta fuente que le traía hambre. Oyó el ruido de la ruptura de la tela en la parte trasera del pantalón marrón. En verdad habían sido rojos. Pero la acumulación de polvo a lo largo de meses sin lavarlos escondieron el verdadero color. Al llegar a su casa haría las costuras necesarias.
Descalzo, comenzó a pasear por el lugar. Paró frente a la primera casa, con dos pisos. Permitía percibir que se trataba de gente adinerada. Jardín bien cuidado, dos autos modernos en el garage, piscina, parrilla y otros conforts. Percibió la media rosada en la cerradura del portón dorado y se acercó. Tiró de la punta del papel que mostraba letras de computadora y leyó su mensaje editado.
“Papá Noel! Te pido que la empresa asociada de papá tenga sus acciones desvalorizadas para que él pueda comprarlas a precio bajo y pase a dominar el mercado de acciones en toda América del Sur el año próximo. Así podré realizar mi viaje soñado a Suiza, que me hará muy feliz! Besos de Anita, 10 años”
El barbudo sacó su bella lapicera dorada que heredó de su padre y escribió en el reverso de la hoja:
“Pequeña Anita! Pídele a tus padres que dejen de hablar de negocios en las noches que cenan juntos. Hablen sobre tu día en la escuela o tus aventuras con tus compañeros. Pídeles ayuda en tus tareas escolares. Díles que te gustaría ir a la iglesia los domingos y visitar niños en orfanatos dos veces por año. Serás feliz cuando puedas ayudar a los necesitados. De tu amigo PN.”
Salió de allí medio malhumorado y dobló la esquina. La segunda casa era un estilo más modesto con apenas un piso, sin parrilla, sin piscina y un auto con cinco o seis años de uso. El portón era de madera. La media era de un tejido más popular y la carta estaba escrita en máquina de escribir.
“Amigo Papá Noel! Como soy uno de los últimos de la clase y será difícil estudiar para conseguir un buen empleo, hacé que mi papá gane él sólo un premio en la lotería federal para que yo no tenga que vivir practicando deportes y frecuentando fiestas con las lindas chicas del vecindario. Abrazos de Juca, 14 años”.
La mano del barbudo no perdió tiempo en anotar la respuesta en el reverso de la nota:
“Iluso Juca! Empezá a frecuentar los bailes una vez por mes. Si juegas a la pelota dos veces por semana vas a poder mantener un buen físico para atraer a futuras candidatas a su amor. Dormí temprano y prestá atención en clases. Dentro de cuatro meses vas a percibir que tu rendimiento escolar mejora más allá de lo esperado. Con esto el futuro te abrirá las puertas a diversas oportunidades para que puedas escoger un buen premio y crear un buen patrimonio financiero. De su amigo, PN”
Llegando al final de la calle, la parte menos agraciada del barrio, observó que las tejas de la casa tenían rojos de diferentes tonos. No existía portón de entrada, apenas una tapia de madera apoyada sobre el portal. En lo que parecía un garage, dos bicicletas. En la punta de un gajo de la guayabera bien cuidada se balanceaba una media negra remendada con hilo azul que contenía un pedazo de papel de envoltorio amarillo escrito a lápoz, con letra firme.
“Dulce Papá Noel! Si tienes hambre puedes comer la más grande guayaba que coseché ayer. Está envuelta en una bolsa de plástico atrás del medidor de luz. Te agradecería si pudieras hacer que mi papá conserve su empleo para que pueda así terminar nuestra casita. La próxima semana voy a cumplir siete años y voy a traer a mis amigos aquí para una pequeña fiesta. Cada uno va a traer un plato de dulces y salados. Mamá va a preparar las bebidas. Se pudieras venir, sería mi mejor regalo. Quiero que conozcas mis poesías y a mí gato Samuca. Ahora ve a entregar los regalos, no dejes a los niños esperando por vos. Cuidado con la tapia, que no se caiga. Puede entrar algún perro y no se llevan muy bien con Samuca. Besos de tu fan, Bianca, 6 años.”
Las lágrimas no le impidieron la redacción de una mano temblorosa y arrugada en el reverso del papel:
“Dulce Bianca! Estoy seguro que serás cada día un poco más feliz. Por el momento te dejo esta lapicera como regalo de cumpleaños. Continúa escribiendo cosas dulces con ella. Si Dios lo permite, estaré aquí la próxima semana con mis amigos Diogo y Diana que van a adorar jugar con Samuca. Tu eterno amigo, PN”.
El viejo hizo el trayecto de vuelta con el corazón de fiesta. No todo estaba perdido. Se volvió a poner las botas, desató el vehículo que había atado a un poste y dio un leve silbido para los dos perros que descansaban a un costado de un tacho de basura.
- Vamos Diogo y Diana. Vengan a ayudar a su cansado amigo Pedro Nunes a empujar este carrito hasta el depósito de papeles. La noche fue muy generosa. Conseguí más de 150 kilos de material. Dentro de cinco días vamos a tomar un baño porque tenemos una fiesta. Quieren un pedazo de guayaba?
Haroldo P. Barboza
La Guayaba
A pesar de que el verano estaba en sus comienzos, la madrugada del 25 de diciembre no estaba calurosa, probablemente en función de la lluvia fina que perduraba desde el domingo sin causar mayores estragos para los desafortunados. Había una brisa leve que provocaba un suave balanceo del follaje de las decenas de árboles existentes en aquel barrio de casas en construcción. La parte comercial estaba lista desde setiembre y ya atendía regularmente a los habitantes que durante el día aparecían en el lugar para construir sus futuras residencias.
Solamente los postes de luz localizados en las esquinas estaban encendidos. Permitían vislumbrar los esqueletos de las construcciones en su fase final. Tres casas ya estaban habitadas y mantenían sus luces eléctricas encendidas durante la noche, ayudando en la iluminación de la calle aún mal asfaltada. En menos de cuatro meses todas las 48 casas deberían estar habitadas.
El viejito de la barba blanca pareció surgir de la nada. Estacionó y descendió del vehículo medio desarmado por el peso que cargaba. Soltó los animales para que ellos bebiesen agua de los pozos existentes en el lugar. Se sentó, se sacó las pesadas botas y ejercitó los dedos de los pies con velocidad. Debido al fuerte olor a queso que exhalaban, se levantó para dejar las narices lejos de esta fuente que le traía hambre. Oyó el ruido de la ruptura de la tela en la parte trasera del pantalón marrón. En verdad habían sido rojos. Pero la acumulación de polvo a lo largo de meses sin lavarlos escondieron el verdadero color. Al llegar a su casa haría las costuras necesarias.
Descalzo, comenzó a pasear por el lugar. Paró frente a la primera casa, con dos pisos. Permitía percibir que se trataba de gente adinerada. Jardín bien cuidado, dos autos modernos en el garage, piscina, parrilla y otros conforts. Percibió la media rosada en la cerradura del portón dorado y se acercó. Tiró de la punta del papel que mostraba letras de computadora y leyó su mensaje editado.
“Papá Noel! Te pido que la empresa asociada de papá tenga sus acciones desvalorizadas para que él pueda comprarlas a precio bajo y pase a dominar el mercado de acciones en toda América del Sur el año próximo. Así podré realizar mi viaje soñado a Suiza, que me hará muy feliz! Besos de Anita, 10 años”
El barbudo sacó su bella lapicera dorada que heredó de su padre y escribió en el reverso de la hoja:
“Pequeña Anita! Pídele a tus padres que dejen de hablar de negocios en las noches que cenan juntos. Hablen sobre tu día en la escuela o tus aventuras con tus compañeros. Pídeles ayuda en tus tareas escolares. Díles que te gustaría ir a la iglesia los domingos y visitar niños en orfanatos dos veces por año. Serás feliz cuando puedas ayudar a los necesitados. De tu amigo PN.”
Salió de allí medio malhumorado y dobló la esquina. La segunda casa era un estilo más modesto con apenas un piso, sin parrilla, sin piscina y un auto con cinco o seis años de uso. El portón era de madera. La media era de un tejido más popular y la carta estaba escrita en máquina de escribir.
“Amigo Papá Noel! Como soy uno de los últimos de la clase y será difícil estudiar para conseguir un buen empleo, hacé que mi papá gane él sólo un premio en la lotería federal para que yo no tenga que vivir practicando deportes y frecuentando fiestas con las lindas chicas del vecindario. Abrazos de Juca, 14 años”.
La mano del barbudo no perdió tiempo en anotar la respuesta en el reverso de la nota:
“Iluso Juca! Empezá a frecuentar los bailes una vez por mes. Si juegas a la pelota dos veces por semana vas a poder mantener un buen físico para atraer a futuras candidatas a su amor. Dormí temprano y prestá atención en clases. Dentro de cuatro meses vas a percibir que tu rendimiento escolar mejora más allá de lo esperado. Con esto el futuro te abrirá las puertas a diversas oportunidades para que puedas escoger un buen premio y crear un buen patrimonio financiero. De su amigo, PN”
Llegando al final de la calle, la parte menos agraciada del barrio, observó que las tejas de la casa tenían rojos de diferentes tonos. No existía portón de entrada, apenas una tapia de madera apoyada sobre el portal. En lo que parecía un garage, dos bicicletas. En la punta de un gajo de la guayabera bien cuidada se balanceaba una media negra remendada con hilo azul que contenía un pedazo de papel de envoltorio amarillo escrito a lápoz, con letra firme.
“Dulce Papá Noel! Si tienes hambre puedes comer la más grande guayaba que coseché ayer. Está envuelta en una bolsa de plástico atrás del medidor de luz. Te agradecería si pudieras hacer que mi papá conserve su empleo para que pueda así terminar nuestra casita. La próxima semana voy a cumplir siete años y voy a traer a mis amigos aquí para una pequeña fiesta. Cada uno va a traer un plato de dulces y salados. Mamá va a preparar las bebidas. Se pudieras venir, sería mi mejor regalo. Quiero que conozcas mis poesías y a mí gato Samuca. Ahora ve a entregar los regalos, no dejes a los niños esperando por vos. Cuidado con la tapia, que no se caiga. Puede entrar algún perro y no se llevan muy bien con Samuca. Besos de tu fan, Bianca, 6 años.”
Las lágrimas no le impidieron la redacción de una mano temblorosa y arrugada en el reverso del papel:
“Dulce Bianca! Estoy seguro que serás cada día un poco más feliz. Por el momento te dejo esta lapicera como regalo de cumpleaños. Continúa escribiendo cosas dulces con ella. Si Dios lo permite, estaré aquí la próxima semana con mis amigos Diogo y Diana que van a adorar jugar con Samuca. Tu eterno amigo, PN”.
El viejo hizo el trayecto de vuelta con el corazón de fiesta. No todo estaba perdido. Se volvió a poner las botas, desató el vehículo que había atado a un poste y dio un leve silbido para los dos perros que descansaban a un costado de un tacho de basura.
- Vamos Diogo y Diana. Vengan a ayudar a su cansado amigo Pedro Nunes a empujar este carrito hasta el depósito de papeles. La noche fue muy generosa. Conseguí más de 150 kilos de material. Dentro de cinco días vamos a tomar un baño porque tenemos una fiesta. Quieren un pedazo de guayaba?
Haroldo P. Barboza
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