Y el tema trajo polémica como era de esperar y la respuesta de Caro no se hizo esperar. Aquí se las dejo!
Lau
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Es muy habitual, que antes de acercarse al ser que a uno le atrae, se produzca la duda, afloren los temores, estallen las especulaciones... A veces ese proceso está mediado por ese dicho que condensa en pocas palabras tanto sufrimiento “tirarse a la pileta sin saber si hay agua”. Pero no siempre es así. Y no es el temor al rechazo lo que detiene al felino que pispea a la gacela. La gacela se le vuelve un animal voraz, y sin que medie si quiera un ataque, el cazador es cazado por sus propias limitaciones.
“El club de las hermanas de Aníbal” era un ejemplo de las múltiples razones que enmascaran el titubeo de algunos hombres a la hora de definir, de desarrollar sus deseos con determinada señorita. Cuando es el caso de que nuestras propias inseguridades se acorazan detrás de prejuicios, códigos, lealtades mal entendidas, trabas morales.
Lo que quise parodiar con ese escrito no es de ninguna forma el problema de la histeria masculina, que para mi tiene otra lógica y que, si hay algo que la caracteriza es que se convierte en un fin en si mismo. El histérico no concreta por que esa es su gracia, su placer. El amigo de Aníbal no concreta por que “no puede” y sufre. El típico amigo de Aníbal no es histérico, es un ser temeroso del que dirán esas voces que dentro suyo le impiden acceder a sus deseos por que su deber no se lo permite, por que teme perder algo importante para sí, en el acto de acceder a otra cosa importante, el objeto de su deseo, o de su “amor” en los casos más graves.
Pero como por algo se disparó el tema de la histeria, y por que cuando escribí el otro escrito pensaba por otras cosas en este tema. Voy a ser poco complaciente con el género al que represento, así que en un acto de “autocrítica femenina” les propongo que pensemos el tema desde otro ángulo posible. Deteniendo la mirada, no ya en el síntoma visible (el hombre histérico), enfoncándola en el otro polo de la relación: “las mujeres que se quejan de la histeria de los hombres”.
Y una vez más, me expongo al riesgo de repudio de mis congéneres, por que creo fervientemente que la liberación será humana o no será.
Una vez una sentenció: “Ya no hay hombres”, y un coro desbocado e hilarante se sumó con una lista de compendios de las desgracias de la masculinidad actual, que parece no tener fin...
Ya no hay hombres.
Por que muchos (y algunos de los más guapos) se han hecho putos. Atienden por los dos teléfonos. Se la morfan doblaba (Y encima no convidan!).
De los heterosexuales que quedan, descontando los curas, los viejos, los feos, los insulsos, los aburridos (y la lista de descuento está más extensa que la del supermercado DIA....) NO QUIEREN COMPROMISO.
O...¡YA ESTAN COMPROMETIDOS!: casados, o de novio, o tienen una madre despreciable (que es peor que estar casado o de novio o comprometido).
Y después de tanta sentencia, de tanta escasez, de tan poca oferta (y tan mala!) para tanta demanda, la mujer se ve entre dos caminos (que a veces se dan alternados, como la bulimia y la anorexia), dos caminos que son la reclusión o la desesperación (que se expresa de muy muchas diversas maneras!!!!).
Pero hay una especie, especialmente aborrecida por la mujer desesperada y es la del “histérico”. Y es muy fácil entender, en este panorama desértico, por que le causa tanta pasma esta clase de “galanes deportivos” que las invitan a mirar el dulce del otro lado de la vidriera, que juegan a rozarlas sin rozarlas como cuando niños con el “hago viento pero no te toco”, que cantan con voz de gran cantante lo que el Nano “mirame, pero no me toques, pero mírame!!!!.
La mujer desesperada se desespera más, como cuando llueve sobre mojado y ella creía que no era posible que la cosa se empeore. Y no falla, se empeora. Se cruzó con un chongo que la vuelve loca, peeero...no se lo puede agarrar. Y entonces más le gusta, y más piensa en él, más se desespera, y el otro calienta la pava y nunca toma mate, y ella se envilece y se oxida pero le sigue gustando.
El histérico es egoísta, piensa. El histérico es ¡un enfermo!, un morboso, un pajero.
EL histérico y los hombres, todos iguales, todos cortados con la misma tijera. Y nosotras el sexo débil, jua, que vamos a ser el sexo débil, si vinimos a este mundo a sufrir: Parirás con dolooooor. Ya lo dicen los santos libros, ya lo aprende desde chica una, todo es mucho más difícil. Que la liberación femenina y la reputamadrequeteparió. Quién fue la yegua que vino con la idea?. Todo era perfecto en los tiempos donde la mujer esperaba a su príncipe azul, que le abriera la puerta del auto, que le pagara la cena, que se arrodillara para proponerle matrimonio...
Y ese histérico sigue ahí, Histeriquénadome! Por que claro, no sabe hacer otra cosa, que la debe tener chiquita, que seguro ni se le para, que es un puto reprimido, que no se rinde frente a esta mujer que es toda una mujer. Y... ay! Me mira de vuelta, me habla, se acerca. Esta tan bueno, me meo, me derrito de solo pensar, y viene, Y SE VA!!!!
Uf, la próxima lo agarro y lo arrincono contra la pared. Este a mí, no se me escapa! Ya van a ver!
Lau
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Es muy habitual, que antes de acercarse al ser que a uno le atrae, se produzca la duda, afloren los temores, estallen las especulaciones... A veces ese proceso está mediado por ese dicho que condensa en pocas palabras tanto sufrimiento “tirarse a la pileta sin saber si hay agua”. Pero no siempre es así. Y no es el temor al rechazo lo que detiene al felino que pispea a la gacela. La gacela se le vuelve un animal voraz, y sin que medie si quiera un ataque, el cazador es cazado por sus propias limitaciones.
“El club de las hermanas de Aníbal” era un ejemplo de las múltiples razones que enmascaran el titubeo de algunos hombres a la hora de definir, de desarrollar sus deseos con determinada señorita. Cuando es el caso de que nuestras propias inseguridades se acorazan detrás de prejuicios, códigos, lealtades mal entendidas, trabas morales.
Lo que quise parodiar con ese escrito no es de ninguna forma el problema de la histeria masculina, que para mi tiene otra lógica y que, si hay algo que la caracteriza es que se convierte en un fin en si mismo. El histérico no concreta por que esa es su gracia, su placer. El amigo de Aníbal no concreta por que “no puede” y sufre. El típico amigo de Aníbal no es histérico, es un ser temeroso del que dirán esas voces que dentro suyo le impiden acceder a sus deseos por que su deber no se lo permite, por que teme perder algo importante para sí, en el acto de acceder a otra cosa importante, el objeto de su deseo, o de su “amor” en los casos más graves.
Pero como por algo se disparó el tema de la histeria, y por que cuando escribí el otro escrito pensaba por otras cosas en este tema. Voy a ser poco complaciente con el género al que represento, así que en un acto de “autocrítica femenina” les propongo que pensemos el tema desde otro ángulo posible. Deteniendo la mirada, no ya en el síntoma visible (el hombre histérico), enfoncándola en el otro polo de la relación: “las mujeres que se quejan de la histeria de los hombres”.
Y una vez más, me expongo al riesgo de repudio de mis congéneres, por que creo fervientemente que la liberación será humana o no será.
Una vez una sentenció: “Ya no hay hombres”, y un coro desbocado e hilarante se sumó con una lista de compendios de las desgracias de la masculinidad actual, que parece no tener fin...
Ya no hay hombres.
Por que muchos (y algunos de los más guapos) se han hecho putos. Atienden por los dos teléfonos. Se la morfan doblaba (Y encima no convidan!).
De los heterosexuales que quedan, descontando los curas, los viejos, los feos, los insulsos, los aburridos (y la lista de descuento está más extensa que la del supermercado DIA....) NO QUIEREN COMPROMISO.
O...¡YA ESTAN COMPROMETIDOS!: casados, o de novio, o tienen una madre despreciable (que es peor que estar casado o de novio o comprometido).
Y después de tanta sentencia, de tanta escasez, de tan poca oferta (y tan mala!) para tanta demanda, la mujer se ve entre dos caminos (que a veces se dan alternados, como la bulimia y la anorexia), dos caminos que son la reclusión o la desesperación (que se expresa de muy muchas diversas maneras!!!!).
Pero hay una especie, especialmente aborrecida por la mujer desesperada y es la del “histérico”. Y es muy fácil entender, en este panorama desértico, por que le causa tanta pasma esta clase de “galanes deportivos” que las invitan a mirar el dulce del otro lado de la vidriera, que juegan a rozarlas sin rozarlas como cuando niños con el “hago viento pero no te toco”, que cantan con voz de gran cantante lo que el Nano “mirame, pero no me toques, pero mírame!!!!.
La mujer desesperada se desespera más, como cuando llueve sobre mojado y ella creía que no era posible que la cosa se empeore. Y no falla, se empeora. Se cruzó con un chongo que la vuelve loca, peeero...no se lo puede agarrar. Y entonces más le gusta, y más piensa en él, más se desespera, y el otro calienta la pava y nunca toma mate, y ella se envilece y se oxida pero le sigue gustando.
El histérico es egoísta, piensa. El histérico es ¡un enfermo!, un morboso, un pajero.
EL histérico y los hombres, todos iguales, todos cortados con la misma tijera. Y nosotras el sexo débil, jua, que vamos a ser el sexo débil, si vinimos a este mundo a sufrir: Parirás con dolooooor. Ya lo dicen los santos libros, ya lo aprende desde chica una, todo es mucho más difícil. Que la liberación femenina y la reputamadrequeteparió. Quién fue la yegua que vino con la idea?. Todo era perfecto en los tiempos donde la mujer esperaba a su príncipe azul, que le abriera la puerta del auto, que le pagara la cena, que se arrodillara para proponerle matrimonio...
Y ese histérico sigue ahí, Histeriquénadome! Por que claro, no sabe hacer otra cosa, que la debe tener chiquita, que seguro ni se le para, que es un puto reprimido, que no se rinde frente a esta mujer que es toda una mujer. Y... ay! Me mira de vuelta, me habla, se acerca. Esta tan bueno, me meo, me derrito de solo pensar, y viene, Y SE VA!!!!
Uf, la próxima lo agarro y lo arrincono contra la pared. Este a mí, no se me escapa! Ya van a ver!