Primero lo primero, dicen. Leyendo la historia que les pego abajo y que llegó a mi casilla de correo por medio de uno de los tantos buenos envíos que hace J.A.P., me puse a pensar si no será cierto esa frase que con tanto empeño Arjona se encarga de asesinar cuando dice "que los abogados saben poco de amor y el amor se cohibe en los juzgados".
Lean y después me cuentan.
"Una amplia escalinata elevó a Paco, el acusado, para poder entrar en los juzgados con paso cansino, escoltado por los cuatro puntos cardinales. Segurata, el guarda jurado, los vió pasar con el rabillo del ojo pero no levantó la vista de su revista de crucigramas. Le gustaba así irritar a esos perros guardianes que rodeaban a los acusados, puros matones uniformados, que le despreciaban por su labor de centinela de una puerta, dia tras dia.
Segurata estaba contento con su trabajo, monótono y aburrido, le permitía evadirse con la imaginación horas y horas mientras simulaba estar vigilándolo todo, controlando cientos de personas, maletas y gestos. Cuando se cansaba de imaginar y de simular sacaba sobre la mesa descaradamente su revista de crucigramas.
Quien más irritada estaba hoy con Segurata era la nueva magistrada, que había advertido cada mañana al pasar como Segurata la miraba fijamente a los ojos cuando su costumbre era ignorar completamente a cualquier persona que oliera a administración de justicia. Cuando llegaba por la mañana, perfumadita y de seda, Segurata levantaba la vista para estudiar aquel rostro de niña perfecta y algo repelente en su implacable impartir justicia cotidiano. Jueza metía automáticamente y rutinaria en el escáner su maletín y la cinta lo depositaba en el otro extremo de ese túnel descifrador de misterios. Segurata hubiera deseado escanear a Jueza entera y no separaba la vista de las leves ojeras de la magistrada.
Esta mañana Jueza no simuló no sentirse observada. Esta mañana mientras el maletín caía al suelo en el otro extremo de la cinta transportadora, Segurata y Jueza se han mirado fijamente, desnudándola el, protegiéndose ella.
-¿Se puede saber que le pasa?. Haga su trabajo y proteja el acceso a los juzgados, insolente -le ha sussurrado al vigilante jurado.
-Lo mío no es trabajo, magistrada, es afición, yo a usted la protejo cada día.
La cola de gente en el escáner se hacen el sordo.
-¿Me protege?. Vuelva a sus crucigramas, pues. Insolente. ¿Cree que aquí corro algún peligro?.
-Muchísimo, por eso la protejo a usted.
-Me protege!. ¿De qué o de quién, si puede saberse?.
-La protejo de usted misma, por eso cada mañana intento irritarla, así se siente viva.
La cola de gente en el escáner se hacen el sordo.
-¿Me protege?. Vuelva a sus crucigramas, pues. Insolente. ¿Cree que aquí corro algún peligro?.
-Muchísimo, por eso la protejo a usted.
-Me protege!. ¿De qué o de quién, si puede saberse?.
-La protejo de usted misma, por eso cada mañana intento irritarla, así se siente viva.
Segurata ha sonreído y del túnel del escáner ha surgido un ramo de rosas que cae sobre el maletín de Jueza que está abandonado por un momento en el suelo.
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