Hola mis queridos lectores, hoy voy a dejar el tema de la histeria de lado, pero sólo por el momento.
En el día de ayer y luego de demorar más de lo debido la obligación que como ama de casa (puaj) tengo para conmigo misma (y ahí están los beneficios de vivir sola ...), junté valor, me puse ropa cómoda, miré fijamente el contenido de la heladera para ver si no había forma de evitar la excursión, saqué pecho (no hagan comentarios) y salí envalentonada rumbo a COTO.
Luego de haber hecho mi selección de los más variados productos acordes al presupuesto que tiene permitido un trabajador universitario, comencé a buscar la fila ideal para pagar. Dado que había comprado más de 15 productos descarté las cajas rápidas y también hice lo propio con la caja especial para embarazadas y personas con capacidades diferentes. No es que no me haya tentado la posibilidad de hacer menos cola, pero la ley de Murphy se aplica a pleno en estos casos y lo más probable es que la cantidad de mujeres embarazadas o personas con discapacidad que se acercaran a hacer las compras en el mismo momento que yo, era directamente proporcional al valor total de la cuenta a pagar por la compra.
En síntesis, huí despavorida y me refugié en la siguiente fila. Había más gente esperando y la cajera era un poco lenta pero no me importó. Mientras transcurría mi momento para llegar a pagar me di cuenta que a la misma altura que yo en la caja de al lado había una muchacha con una panza más que prominente, diría que casi a punto de parir, haciendo la cola mientras delante de ella se alineaban dos jubiladas y un señor de unos 50 años que, por supuesto, ni cuenta dieron de la mujer a punto de estallar.
La llamé y le dije que ella tenía prioridad en esa caja, le señalé el cartel y le dije "avisale a la cajera". Para que! No saben las caras de los que estaban antes que ella en la fila! ... Madre mía, si ni siquiera escatimaron insultos, eso si en voz baja ... no son tan valientes y una señora, anciana, llegó a murmurar estas lo único que hace es embarazarse ... A donde habrán quedado las abuelitas amables y sonrientes, esas que veían un/a niño/a y se deshacían en morisquetas y sonrisas? A donde se fueron alguien me podría decir?
En fin, la muchacha grávida pasó primero, pobrecita seguramente al llegar a su casa tuvo que sacarse los ojos clavados como puñales en su espalda de dos o tres intolerantes. Y yo volví a mi casa con una sonrisa pintada en la cara, al fin y al cabo hice mi buena acción del día no?
Nos vemos!
viernes, 1 de febrero de 2008
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